lunes, 20 de octubre de 2014

Carney Landis y sus experimentos con humanos

La historia de la psicología está llena de experimentos polémicos que han puesto en duda la integridad de la disciplina. Algunos de los experimentos más crueles y violentos han tenido lugar, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX.

En el año 1924 Carney Landis, psicólogo de la Universidad de Minnesota, desarrolló un experimento con humanos para estudiar diferentes expresiones faciales frente a determinados estímulos. El objetivo era evaluar si todas las personas sufrían las mismas reacciones ante los mismos estímulos. Para ello sometió a los participantes a una serie de experiencias físicas, psicológicas y emocionales, y los fotografió instantáneamente.

Landis dibujó líneas negras en sus rostros para facilitar la comparación y obtener patrones de reacción ante algunos estímulos. Sin embargo, no le dijo a los participantes que iba a observar sus expresiones faciales, para así evitar el riesgo de que alguien finja o exagere su reacción.


El investigador buscaba generar en los participantes sensaciones físicas y emocionales de placer, bienestar, desagrado, miedo, odio y dolor. Para ello implementó estímulos inofensivos, pero para las sensaciones más extremas, como el odio, el miedo y el dolor, recurrió a tácticas peligrosas como shocks eléctricos.

La última prueba fue la más controversial, de hecho de no ser por ésta quizás no habría polémica alguna sobre el estudio. Landis le pidió a los participantes que sin ningún tipo de conocimiento o entrenamiento, decapitaran una rata. Dos tercios de los participantes lo hizo, incluido un niño de 13 años. Luego, para el resto de los participantes, el mismo Landis decapitó una rata frente a ellos para fotografiarlos.

Como era de esperar, Landis terminó comprobando que no existen patrones únicos de reacción ante diversas emociones. Ahora bien, más allá del escaso avance científico en el campo de la psicología, gracias a la última prueba, nos podemos plantear una nueva preocupación: ¿cuál es el límite del morbo humano? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por la intriga y la curiosidad?


Fuente | Ojocurioso

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